Procedimiento de limpieza de material e instrumental.

Procedimiento de limpieza de material e instrumental.

El material no desechable, una vez que ha sido utilizado, siempre, tiene que limpiarse. Cualquier material o instrumental que se va a enviar a la central de esterilización, debe llegar limpio porque así se facilitará el proceso de esterilización.

Por tanto, no es correcto pensar: “total, como esto va a pasar por esterilización no hace falta limpiarlo mucho”.

Cada institución tiene sus protocolos y normas de funcionamiento que hemos de tener muy en cuenta y ser rigurosos en su cumplimiento.

En la figura siguiente, si seguimos el orden que van indicando las flechas, se explica el procedimiento a realizar en el caso de la limpieza del material o instrumental.

Métodos de desinfección del material e instrumental sanitario.

Es necesario que estudiemos los distintos tipos de desinfección, qué tipo es el más adecuado para cada caso y cómo realizarla siguiendo los protocolos de la institución en la que trabajemos.

Los métodos de desinfección del material se clasifican en dos grandes grupos, según utilicen procedimientos físicos o químicos.

Desinfección física (ó térmica).

En la desinfección física se utiliza el calor y por eso se llama también desinfección térmica.

Muchos microorganismos no resisten las altas temperaturas y por eso el calor intenso es capaz de eliminarlos del instrumental.

A continuación, describimos algunos de los métodos de desinfección térmica:

La Pasteurización consiste en calentar el producto durante 30 minutos a una temperatura de 68°C, produciéndose posteriormente un enfriamiento rápido del producto. Con este procedimiento se suele tratar la leche, zumo de frutas, etc.

La Uperización consiste en calentar la leche a 130-140°C durante 1-2 segundos. Cuando el calentamiento de la leche es a 110-115°C durante 30 minutos hablamos de la leche esterilizada.

Los rayos ultravioletas, tienen una cierta acción bactericida. Se utilizan lámparas de rayos ultravioletas en quirófanos, salas de prematuros y, en especial, en el tratamiento de la tuberculosis, (se usa en las habitaciones de aislamiento para disminuir la posibilidad de contagio). Hay que tener muchas precauciones a la hora de su utilización:

Colocar el foco a más de dos metros de altura.

Orientar la luz hacia arriba para prevenir daños oculares, etc.

Las ondas ultrasónicas actúan destruyendo las paredes de las bacterias.

Hervido o ebullición es la más utilizada y consiste en la desinfección con agua caliente a una temperatura que oscila entre 73-93°C y durante unos tiempos que, dependiendo de la temperatura y del material, pueden oscilar de algunos minutos a una hora.

Es un método bastante efectivo, ya que produce la inactivación de gran parte de los gérmenes, aunque no garantiza la eliminación de las esporas.

Para ello se utilizan las lavadoras termodesinfectadoras, donde se pueden elegir distintos tipos de programas de lavado con agua caliente y detergente (lavado más desinfección térmica), siguiendo las instrucciones de la máquina lavadora y los protocolos establecidos por la institución. La desinfección térmica de uso común presenta una serie de características que la hacen muy útil: – El usuario se expone a un riesgo mínimo. – Contamina poco el medio ambiente. – Facilidad y uniformidad de uso. Como está automatizado, la posibilidad de fallos humanos es mínima. – Es relativamente barata.

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Actualmente la desinfección térmica es mejor que la química porque “desinfecta con más garantía”, “es más barata”, “es menos peligrosa” y “es más ecológica”, pero, la desinfección química se utiliza porque existe mucho material e instrumental que necesita ser desinfectado y que no puede someterse a grandes temperaturas porque se estropearía.

Desinfección química.

La desinfección química es aquella que utiliza productos desinfectantes. La variedad de productos en el mercado es enorme y, por supuesto, no todos los desinfectantes sirven para todo. Existen muchas posibilidades pero lo más habitual es sumergir el material en una solución de agua y desinfectante durante un determinado tiempo.

La desinfección química posee las siguientes características:

No está automatizada, por lo que tendremos que estar pendientes de nuestro reloj.

La disolución del desinfectante en el agua la hacemos nosotros, y, podemos equivocarnos. Si la concentración no es la adecuada la desinfección tampoco lo será.

Los desinfectantes son sustancias peligrosas. Algunos son tóxicos, otros inflamables y, por tanto, han de ser manipulados con cuidado.

Los desinfectantes, después de su uso, deben ser eliminados como un residuo especial, porque contaminan el medioambiente.

No es barata. Los desinfectantes son costosos y debemos añadir el gasto que supone eliminarlos como residuo especial.

Niveles de desinfección química.

Los niveles de desinfección se relacionan con el tipo de material que vamos a desinfectar, por lo que, antes, expondremos los tres tipos de materiales, que, agrupamos como:

Material crítico es aquel material o instrumental que entra en contacto directo con el torrente sanguíneo o con zonas estériles de nuestro cuerpo. Puede ser muy variado, nombramos algunos a modo de ejemplo: artroscopio, catéter, sonda vesical, legra… etc., en general todo el material quirúrgico y también todo aquel que se utiliza en las curas de piel dañada que atraviesa la epidermis.

Material semicrítico es todo objeto que contacta con piel y/o mucosa lesionada y con cavidades no estériles. Por ejemplo: endoscopios, rectoscopio, espéculos, laringoscopio, tubo endo-traqueal, etc.

Material no crítico es todo objeto que contacta con piel o mucosa sana. Por ejemplo: termómetro, fonendoscopio, esfigmomanómetro, cuñas, etc.

Ahora describiremos los tres niveles de desinfección química que se distinguen:

  • La desinfección de alto nivel es aquella capaz de destruir a todos los microorganismos y sólo “se le escapan” algunas esporas. Se utiliza para material semicrítico.
  • La desinfección de nivel medio es la que es capaz de destruir la mayoría de los microorganismos, incluido el agente causal de la tuberculosis (Mycobacterium tuberculosis), pero “se le escapan” muchas esporas. Se utiliza para material no crítico.
  • La desinfección de bajo nivel es aquella que es capaz de destruir bastantes microorganismos pero no el Mycobacterium tuberculosis y, además, “se le escapan” todas las esporas. Se utiliza para material no crítico.

Una vez conocidos los niveles de desinfección existentes, hay que tener en cuenta otros conceptos de ámbito hospitalario:

Desinfección final: es aquella que se realiza cuando se ha producido el alta de un paciente tratado de una enfermedad infecciosa.

Desinfección concomitante o concurrente: es aquella que se realiza cuando paciente está ingresado.

Cadena epidemiológica de la infección nosocomial.

Para empezar, hemos de saber que infección nosocomial es sinónimo de infección hospitalaria. De acuerdo con las recomendaciones sobre higiene hospitalaria del Consejo de Europa (1.984) se entiende por infección nosocomial:

“Toda enfermedad contraída en el hospital, causada por un microorganismo, que afecta al paciente con motivo de su estancia en el hospital o de los cuidados recibidos mientras está hospitalizado, pudiendo aparecer sus síntomas durante su estancia él o después del alta.”

Vamos a definir algunos términos que nos ayudaran a comprender el desarrollo de la cadena epidemiológica:

El microorganismo que origina una enfermedad infecciosa recibe el nombre de agente causal.

El lugar desde el que pasa el agente causal (microorganismo) para infectar al ser humano se denomina fuente de infección.

El lugar donde los microorganismos viven, se desarrollan y multiplican indefinidamente se denomina reservorio.

La contagiosidad se refiere a la capacidad del agente para extenderse.

Infectividad es la capacidad para multiplicarse el agente causal en los tejidos, dando o no lugar enfermedad.

Una vez infectado un huésped (organismo infectado), la capacidad para dar lugar a una enfermedad se llama patogenicidad.

La virulencia es el grado o cantidad de enfermedad que puede producir el agente causal.

La antigenicidad o inmunogenicidad, se define como la habilidad de un agente causal para producir una reacción inmunológica local o general.

La cadena epidemiológica (o cadena infecciosa) es el conjunto de eslabones que determinan la transmisión de la enfermedad, que son los siguientes:

La fuente de infección, que es el foco desde el que se transmiten los gérmenes a un organismo vivo, infectándolo.

Fuente homóloga o fuente humana:

Persona enferma, la que padece la enfermedad y elimina los microorganismos.

Portador, es aquel que sin padecer síntomas ni signos de infección, elimina microorganismos patógenos:

Portador precoz o en período de incubación, que elimina los microorganismos antes de desarrollar la enfermedad. Por ejemplo: la rubéola.

Portador convaleciente, que ha padecido una enfermedad infecciosa y ya no tiene síntomas, pero continúa eliminando microorganismos patógenos.

Portador sano, no padece la enfermedad porque posee un cierto grado de inmunidad frente al agente etiológico que porta.

Las vías de eliminación o de salida de los microorganismos patógenos, dependen de la enfermedad de que se trate: Vía digestiva o fecal ➜ heces; Vía respiratoria ➜ estornudos, tos; Vía urinaria; Vía cutáneo-mucosa ➜ transmisión sexual, lesiones de la piel y mucosas; Vía hemática ➜ extracción y donación de sangre, vía placentaria, etc.

Fuente heteróloga, cuando la fuente es un animal o el suelo:

Tanto los animales enfermos como los portadores pueden actuar como reservorio o como fuente de infección. El término que designa las enfermedades transmisibles de los animales al ser humano es: zoonosis, (brucelosis, rabia, etc.). También, algunos gérmenes tienen su hábitat en el suelo (bacilo del tétanos).

El mecanismo de transmisión, que puede ser:

De transmisión directa:

Contacto físico directo.

A través del aire.

De transmisión indirecta: Entre la fuente de infección y el sujeto susceptible hay un mediador, que facilita la transmisión.

El agua y los alimentos.

Los fómites: dinero, bolígrafo, instrumental, toallas, cubiertos, llaves de los grifos, etc.

Artrópodos: moscas, mosquitos, piojos, pulgas, etc. Se les denomina vectores porque transportan microorganismos desde la fuente de infección hasta el sujeto sano y pueden transmitir enfermedades como el paludismo, la peste, etc.

Huésped, o sujeto sano susceptible: Es el último eslabón de la cadena epidemiológica. El término susceptible quiere decir poco resistente, en esta susceptibilidad influyen factores como:

La edad.

El estado nutricional.

Los hábitos sanitarios.

El estrés y la fatiga.

Algunos tratamientos-maniobras agresivos.

Así que, como acabamos de explicar, toda enfermedad infecciosa, se producirá porque se “monta” la siguiente cadena:

Fuente de infección con agente causal ➜ Mecanismo de trasmisión ➜ Huésped

La gran particularidad de las infecciones nosocomiales es que la fuente de infección con el agente causal “está de forma permanente o temporal en el hospital”, el mecanismo de transmisión ocurre “en el hospital” y el huésped está ingresado en la institución sanitaria.

Analicemos cada uno de los eslabones de la cadena, en el caso de las infecciones nosocomiales:

Agente causal: Son los microorganismos: bacterias, virus u hongos. La infección nosocomial más frecuente es la bacteriana. Con respecto a las bacterias es necesario saber que, en muchos casos, son capaces de resistir las condiciones adversas transformándose en unas estructuras llamadas esporas, hasta que las condiciones vuelven a ser favorables y estas esporas se convierten nuevamente en bacterias.

Fuente de infección: Puede ser cualquiera que esté en el hospital: enfermos, trabajadores y visitas.

Mecanismo de transmisión: La causa principal de trasmisión de las infecciones nosocomiales es a través de las manos “sucias” del personal sanitario, y, la segunda más frecuente, es la vía aérea: gotitas de Flügge procedentes del aparato respiratorio y los aerosoles originados como consecuencia del funcionamiento de los sistemas de aire acondicionado.

Huésped: Tiene que ser un paciente que durante su ingreso se infectó. Si no fuera así, no sería una infección nosocomial.

Está claro que el causante directo de la infección nosocomial es el microorganismo, pero no podemos olvidar toda una serie de factores que favorecen su aparición:

Ausencia de medidas adecuadas de higiene hospitalaria.

Insuficiente formación en higiene del personal sanitario.

Presencia de pacientes que fueron ingresados padeciendo ya una enfermedad infecciosa.

Características propias de los pacientes hospitalizados.

Maniobras agresivas que sufren los pacientes. (Sondajes, aspiración de secreciones,…)

Así que, para intentar evitar estos casos, habrá que tomar medidas de protección y prevención.

Barreras higiénicas

Una higiene hospitalaria racional y exigente es fundamental a la hora de combatir las infecciones nosocomiales. Las medidas de limpieza, desinfección y esterilización constituyen la base de la higiene hospitalaria. Así que todo el personal debe conocer, aplicar y controlar de forma estricta este tipo de medidas.

A pesar de que todas las medidas de higiene hospitalaria están detalladas por pasos para cada situación (protocolos), está comprobado que ¡La rutina!, desgraciadamente, hace que el personal sanitario se relaje en el seguimiento de los mismos, siendo la principal causa de infección hospitalaria. Extremar las precauciones significa reducir riesgos y evitar complicaciones posteriores.

Las medidas higiénicas a aplicar para cada caso vienen especificadas en una lista de pasos a seguir, como una ficha de procedimientos. Cada ficha recibe el nombre de protocolo. Cada institución elabora sus propios protocolos en función de sus necesidades y circunstancias particulares.

Siguiendo los protocolos correctamente podremos contribuir a que disminuyan las infecciones nosocomiales de forma directa y eficaz. La única manera de ser estrictos es no saltarse pasos y ejecutar cada uno de ellos tal como se indica en los protocolos.

Esta medida de prevención, el lavado de manos, es tan importante, que la consideramos como una de las barreras higiénicas que más contribuyen a minimizar la trasmisión de la infección hospitalaria, por lo que la vamos a describir de forma más exhaustiva, a continuación.

Lavado de manos.

El lavado de manos del personal sanitario es una práctica higiénica muy importante y obligada, para prevenir la transmisión de agentes infecciosos del personal a los pacientes y de unos pacientes a otros, a través de las manipulaciones realizadas por el personal.

Lavado de manos higiénico – rutinario

Material:

Detergente en dispensador.

Toallero con rollo de papel.

Papelera abierta o de pedal.

Procedimiento:

Coge una toalla de papel y abre la llave del grifo con ella sin que tus manos toquen directamente la grifería.

Ajusta la temperatura del agua a tu gusto.

Desecha la toalla de papel.

Pon las manos bajo el agua corriente manteniendo las yemas de los dedos hacia abajo con las manos caídas.

Humedece por completo las manos y la parte distal del antebrazo hasta unos 5 cm por encima de las muñecas.

Aplica jabón detergente en la palma de una mano.

Mezcla con tus manos el agua y el jabón hasta producir espuma y extiéndela sobre la superficie humedecida.

Mediante movimientos de tus manos deja que penetre la espuma entre los dedos y debajo de las uñas.

Realiza movimentos de rotación y fricción de tus manos durante un minuto completo. Para ello sigue la secuencia que indicamos:

Con la palma de una mano frota el dorso de la otra desde la muñeca hacia la punta de los dedos. Repite el movimiento con la otra mano.

Con los dedos extendidos y entrelazados y las palmas juntas, frota una manos contra la otra.

Repite las dos maniobras anteriores.

Frota las yemas de los dedos contra las palmas.

Manteniendo las manos caídas, colócalas bajo el chorro de agua y enjuágalas sin tocar nada, simplemente dejando que la corriente de agua retire el jabón por arrastre.

Coge una toalla de papel y seca las manos mediante presión. ¡No frotes para secar!

Cierra la llave con la misma toalla de papel empleada para secarte las manos.

Desecha la toalla en la papelera.

Tendremos en cuenta estas observaciones, para realizar el lavado de manos rutinario de forma correcta:

En primer lugar tenemos que quitarnos los anillos, las pulseras, el reloj y demás abalorios.

Debemos evitar apoyarnos sobre el lavabo y que el uniforme entre en contacto con él.

Al aplicar el detergente, la punta del dispensador no debe tocar la mano.

Durante todo el lavabo las manos deben estar situadas en un plano inferior a los codos. Si en algún momento las manos quedan situadas por encima de los codos, el agua y el jabón resbalarán sobre los antebrazos. Cuando volvamos a poner las manos por debajo de los codos, ese agua con suciedad del antebrazo volverá a caer sobre nuestras manos. Si así sucediera, se perdería gran parte de la eficacia del lavado.

Durante el enjuague no podemos frotar las manos. La espuma y el jabón se eliminarán por simple arrastre del agua desde las muñecas hacia la punta de los dedos.

Lavado de manos especial

Es prácticamente idéntico al lavado de manos higiénico. Únicamente varía en la duración de la técnica (un minuto y medio o dos por cada mano) y que el jabón utilizado es desinfectante.

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Lavado de manos quirúrgico

Material:

Jabón desinfectante en dispensador de pared

Cepillo de uños estéril.

Grifo de codo o pedal.

Paños estériles o toallas desechables estériles.

Contenedor de cepillos.

Papelera de pedal.

Procedimiento:

Abre la llave del grifo con el codo o con el pie (si tiene pedal)

Ajusta y control la intensidad del chorro de agua para evitar salpicaduras.

Con las manos situadas en un plano superior al de los codos y con los dedos apuntando hacia el techo (ver figura), humedece manos, antebrazos y tercio distal de brazos.

Aplica el desinfectante sin tocar la salida del dispensador.

Durante dos minutos enjabona y frota la zona humedecida. Detente en frotar dedo por dedo, especialmente los espacios interdigitales.

Manteniendo las manos en alto, aclara con agua abundante y sin frotar de modo que el agua resbale desde las yemas de los dedos hacia los codos.

Coge el cepillo estéril, humedécelo y aplica jabón sobre él. El cepillo no debe tocar la punta del dispensador por la que sale el jabón.

En cada una de las manos cepilla las uñas durante 30 segundos.

Desecha el cepillo en el contenedor adecuado.

Vuelve a aclarar como antes, dejando correr el agua desde la yema de los dedos hacia los codos.

Aplica nuevamente jabón desinfectante y enjabona las manos y los antebrazos.

Frota nuevamente jabón desinfectante y enjabona las manos y los antebrazos.

Frota los antebrazos mediante movimientos circulares. Emplea 30 segundos en cada uno.

Vuelve a aclarar como antes, dejando correr el agua desde la yema de los dedos hacia los codos.

Cierra el grifo con el codo o con el pie.

Coge una toalla desechable o un paño estéril y seca por presión. ¡No frotes para secar!

Mantén las manos y los antebrazos en alto y separados del cuerpo. ¡No pueden rozar con nada!

Para realizar el lavado de manos quirúrgico de forma correcta, tendremos en cuenta lo siguiente:

En primer lugar tenemos que quitarnos los anillos, las pulseras, el reloj y demás abalorios. Las uñas deben estar cuidadas, cortas, redondeadas y bien limadas.

Antes de comenzar el lavado quirúrgico hemos de tener puesto el gorro, los zuecos, las calzas y el pijama con el faldón de la chaqueta por dentro del pantalón.

Debemos evitar apoyarnos sobre el lavabo y que el uniforme entre en contacto con él.

El lavado de manos quirúrgico consta de:

Primer lavado, que va desde la primera aplicación de jabón hasta el cepillado de uñas (del paso 5 al 10) y tiene una duración global de 3 min.

Segundo lavado, que va desde la segunda aplicación de jabón hasta el aclarado final (del paso 11 al 14) y tiene una duración global de 3 min.

El procedimiento ha sido descrito suponiendo que nos lavamos con cepillos reutilizables. Si los cepillos de los que disponemos son los desechables impregnados de jabón desinfectante, lo único que habría que hacer es coger el cepillo y, por tanto, sobraría el paso 7.

El secado de toalla puede suprimirse y dejar que las manos se sequen al aire sin entrar en contacto con ningún objeto.

El lavado de manos debe realizarse:

Al llegar al trabajo y al terminar la jornada.

Después de estornudar, toser, limpiarse la nariz, etc., es decir, después de cualquier acto en el que haya que hacer uso de las manos y pañuelos.

Después de utilizar los servicios.

Antes de comer y al terminar.

Antes y después de realizar la higiene del paciente.

Después de manipular ropa sucia, cuñas, orinales, etc.

Antes de servir las comidas y al terminar.

Antes de realizar una cura y al acabar.

Antes de administrar medicamentos y después de terminar.

Antes y después de realizar extracciones de líquidos biológicos, punciones, manejo de sondas, cateterismos, etc.

Antes y después de hacer aspiración de secreciones.

El lavado reiterado de las manos, es una sobrecarga para la piel de las mismas, por eso conviene usar cremas protectoras para las manos al finalizar la jornada laboral.

Existen también las barreras físicas protectoras que son el conjunto de prendas (guantes, mascarilla, gorro, calzas, gafas o pantalla ocular y bata), que utiliza el personal sanitario, pacientes y visitas con el fin de evitar o minimizar la transmisión de microorganismos.

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